miércoles, 25 de julio de 2007

Cuando seas grande ...






Texto de Ana M. Fernández Vuono


Cuando seas grande …

Sabrás que nada es bueno o malo, excepto tu intención.

Percibirás que no existe ni el espacio de adentro ni el espacio de afuera.

Comprenderás que lo sutil es la verdadera sustancia de todo lo concreto.

Revalorizarás el dolor, sin sobredimensionarlo ni convertirlo en tu estilo de vida a través del sufrimiento.

Aceptarás que hay muchas maneras de mirar la realidad y, cada vez, elegirás la que sintonice mejor con tu naturaleza interior. Eso es ser fiel a ti misma.

Observarás que te vuelves más controladora cuando enfrentas el miedo a la pérdida.

Viajarás por todo el mundo pero jamás serás turista en ninguna parte.

Olvidarás, soltando, y entonces ya no será necesario perdonar.

Podrás morir y renacer con flexibilidad, confiando en tu capacidad de crear.

Sabrás cuándo responder con palabras y cuándo con silencios.

Recordarás que, para sentirte conectada con la vida, necesitas cultivar la disposición a celebrar.

Llegarás a desarrollar la capacidad de comprender, sabiendo que no significa validar ni justificar.

Te será más fácil desprenderte de tu historia y de todas las anécdotas a las que permaneces aferrada.

Hallarás los recursos internos para declararte definitivamente sorda a toda voz que no sea la de tu intuición y ciega a toda visión que no sea la de tu alma.

Descubrirás que los opuestos se integran en ese punto intangible en donde ambos extremos son los elegidos.

Tendrás bien en claro que tus huellas preceden a tus pasos, conformando tu destino.

domingo, 22 de julio de 2007

Instrucciones para Procesar las Penas




Texto de Ana M. Fernández Vuono



Seleccione cuidadosamente una gran cantidad de penas, de considerable antigüedad, tamaño y peso.

Obsérvelas bien a fin de asegurarse que aún estén intactas, inalterables, pese al tiempo transcurrido.

Colóquelas sobre la mesada de la cocina, frente a usted, en forma de semicírculo.

Concéntrese y comience a llorar. Llore y llore sin parar durante el tiempo que sea necesario, hasta juntar un litro y medio de lágrimas en un recipiente.

Ponga las penas en remojo hasta que se ablanden bien. No se apresure. Hace falta tiempo para ablandar las penas.

Mientras tanto, prepare su procesadora interior.

Verifique las funciones de disolución, volatilización y atomización, los comandos de cambio y el botón de encendido y apagado. Recuerde que todo lo maneja usted.

Una vez introducidas las penas y las lágrimas en la procesadora interior, enciéndala, seleccione cualquiera de las tres funciones anteriormente mencionadas y observe. Continúe hasta que el contenido del recipiente haya desaparecido.

Usted decide cuándo detener el funcionamiento de su procesadora.

Cumplido el tiempo, accione el botón de apagado, acérquese a una ventana, permita que el sol le acaricie la cara y que su calidez le capture el alma, agradezca el hecho de estar vivo y elija concientemente no permitir que las penas nublen su cielo interior.

Y cuando un día la pena retorne, vívala con todo, porque también hay un tiempo para el dolor. Pero no olvide aquello que dijo alguien que conocía profundamente la vida y las leyes que la rigen: "Si lloras demasiado la muerte del sol, tus lágrimas te impedirán ver las estrellas".



Delirio



Poema de Ana M. Fernández Vuono


Palabras sueltas
Para expresar un sentimiento.
Sensación embriagadora,
Palpitante,
Llenando el interior del ser:
El dolor está presente,
Me hará crecer,
Me traerá paz.
¿Por qué el mundo no lo puede comprender?

Amo al dolor
Porque me hace más buena.
El dolor ennoblece,
Aplaca la ira,
Ordena el corazón.
Palabras sueltas… Sensaciones…
La vida es muerte sin amor.
El caos es el mismo
Al principio y al fin.
Disolviéndome siempre…
Para que vuelva a vivir.



Acerca de Hacer Prisiones

Reflexión de Ana M. Fernández Vuono



Los humanos hemos desarrollado la capacidad de hacer prisiones.


Las prisiones son espacios -no necesariamente físicos- en los que nos impotenciamos, transformándonos en identidades condenadas a cadena perpetua.

Construímos prisiones y vivimos entre rejas, cautivos, reducidos en calabozos imaginarios, amordazando nuestra creatividad.

¿Podemos identificar el momento en que elegimos convertirnos en rehenes de nuestras propias limitaciones? Aquí hacemos prisión.

¿Podemos identificar el momento en que decidimos encerrarnos, aislarnos, aniquilando nuestra propia identidad en la separatividad? Aquí hacemos prisión.

Hay muchos humanos sueltos en la vida, pero sólo algunos son libres.

A veces conviene recordar que el enemigo nace adentro, vive adentro, ataca desde adentro y, en ocasiones,también lleva nuestro nombre y apellido.



Por un Cambio de Conciencia

 
Texto de Ana M. Fernández Vuono
 
 
 
Cuenta la mitología que, en algún momento del tiempo, del cofre de Pandora escaparon todas las calamidades que aquejan a la humanidad: vejez, enfermedad, trabajo, vicio, demencia y pasión.

En la época actual, las calamidades originales han sufrido diversas variaciones, adquiriendo modalidades de expresión más sutiles, lo que las hace más difíciles de percibir y, una vez que han echado raíces, casi imposibles de eliminar. Por eso es necesario que estemos muy atentos. Si reconocen algunas señales en ustedes o en sus allegados, no las dejen pasar de largo. Es necesario que todos nos pongamos a trabajar, para no permitir que la humanidad sea asolada por este flagelo.

Un cambio de conciencia y una enorme voluntad de superación servirán para atenuarlas, hasta que puedan entrar en proceso de extinción.

He aquí una guía que puede facilitar la tarea de identificarlas:

La falta de sentido: Actúa mediante la desorientación, la confusión, la pérdida del rumbo. Quienes son víctimas de ella se consumen en la oscuridad y en el vacío.

La falta de fe: Nunca está sola. Siempre llega de la mano de otras calamidades de este listado. Se aloja en lo más profundo del corazón y lleva consigo aislamiento, desamparo, caos y desintegración.

La pena por los sueños destrozados: Siembra la desesperanza, la falta de confianza en las propias capacidades y la desilusión. Quebranta las voluntades más firmes, aniquilando los deseos de vivir mediante el escepticismo.

El exceso de fantasías: Se alimenta de imaginación. Revolotea sobre la cabeza de las personas y anida en su mente, desde donde las aguijonea con quimeras y castillos en el aire que jamás serán convertidos en proyectos o aspiraciones.

La negación del amor: Actúa mediante la frustración, el pesimismo y la melancolía, intentando inocular una intensa sensación de carencia y provocando la tristeza y el llanto. Condena a la ausencia perpetua de ternura.

Y, finalmente, la más negra y amarga de todas:

La pena del corazón cerrado: Lleva consigo al amor que no ama, al dolor que no duele, al placer que no deleita, a la rabia que no enfurece y a la fe que no cree.

Si nos hacemos cargo del compromiso que implica no permitir que nuestra alma sea capturada por estas calamidades, podremos convertirnos en seres luminosos capaces de vivir con sentido, fe, criterio de realidad (no exento de una dosis adecuada de fantasía creadora), y un corazón abierto al amor.

Al Deseo, Mensajero del Alma

Texto de Ana M. Fernández Vuono



Atravesaba una etapa de mi vida en la que debía tomar una decisión trascendental, cuando alguien me dijo: “todo tiempo que no sigas tu deseo, será tiempo perdido”.


Quedé perpleja ante tal afirmación y me pregunté ¿qué es para mí el deseo?

Entonces lo definí así: “el deseo es un movimiento sísmico interior provocado por el alma, que intenta comunicar sus dictados, impulsando a concretar todas aquellas aspiraciones que conducirán al encuentro del propósito esencial de la vida”.

Alice Bailey ha dicho que “toda enfermedad es el resultado de la inhibición de la vida del alma”.

Siguiendo esta línea de pensamiento, podríamos decir que escuchar y consolidar el propio deseo puede ser un camino hacia la salud y la integración.

Sería valioso que existieran instrucciones o consignas para concebir un deseo. Se me ocurre llamarlas “un arte del bien desear”.

¿Y cómo sería esto del “bien desear”? ¿Cómo crear y dar forma a un deseo? ¿Lo sabemos? ¿Nos planteamos la cuestión desde esta mirada?

Tal vez algunas de las consignas esenciales para construir concientemente un deseo tengan que ver con no dañar, con no sustentarlo en pasiones destructivas, con elegir corporizar aquellos deseos que sean un incentivo para crecer incluyendo la solidaridad y el respeto por la libertad.

Si pudiera hablar con el deseo – ese mensajero del alma – le pediría que movilice sólo mis mejores talentos y habilidades, que convenza a mis miedos e inseguridades para que no lo inhiban, que estimule mi dignidad y no mi orgullo, que encienda en mí el espíritu de búsqueda, que me enseñe a reaccionar menos y a responder más ante cada situación, que no se achique ante las dificultades, demoras y negativas de la vida, que no pierda intensidad cuando el dolor intente quebrarme, que me conduzca hacia la realización y la plenitud, dándome la fuerza interior para poder ser yo misma todo el tiempo, y pese a todo, hasta el final.

Me Debo



Poema de Ana M. Fernández Vuono


Me debo la paz que no he hallado.
Me debo la virtud y el heroísmo.
El equilibrio que no he recuperado
Después de haber caído en el abismo
Que mis miedos y carencias han cavado.


Me debo el amor que no ha llegado,
Ese amor que transmuta el egoísmo.
Me debo el llanto que no he derramado.
La luz mental que disipa el espejismo.
La decisión de liberarme del pasado.


Me debo la dicha que siempre he buscado.
La alegría, la bondad, el optimismo.
La compasión, el amor a lo sagrado.
La plenitud, la entereza, el dinamismo,
Y los sueños aún no concretados.


Creación

Texto de Ana M. Fernández Vuono





Había llegado la hora de dejar un surco en el camino.


El alma venía tironéandole desde hacía tiempo, y él no la escuchaba.

Pero ese día fue diferente.

Decidió ponerse en marcha para consolidar “lo suyo” y darlo a conocer a los demás.

Descubrió que no podía llevar muchas de sus posesiones en ese viaje. Se tomó el tiempo de revisar en su interior y tuvo que desprenderse de recuerdos, frustraciones, castillos en el aire o quimeras, de dolores y de toda la ira contenida en su viaje anterior.

Con semejante cargamento no puede uno darle la mano al alma y dejarse llevar. El alma transita liviana por la vida y no comprende cómo nosotros necesitamos llevar tanto peso durante todo el tiempo.

Despojado de todas sus viejas pertenencias, abrió los ojos interiores, escuchó la voz de su intuición y zarpó hacia la alquímica travesía de ser él mismo.

Sin grandes estructuras que lo aprisionaran. Sin voces ajenas a “la obra” que impusieran sus mandatos. Sin sus propias voces que le contaban historias convenientes para otros tiempos, en los que las justificaciones estaban a la orden del día.

Simplemente a solas con su alma y con la confianza en el proceso de su vida, resolvió incrustarse en la realidad para modificarla.

Así conoció el poder de innovar.

Y, por primera vez, se dio a luz a sí mismo, poniendo su fuego en su obra.
Y su obra le devolvió más fuego.

Así conoció el poder de crear.

El Encuentro

Texto de Ana M. Fernández Vuono





Es la hora.
Estoy en mi lugar. Estás en el tuyo. La ternura lo colma todo.
Esperamos unos instantes en silencio. Todavía siento miedo y parece que habrá eclipse del deseo.
De pronto, nos dejamos atravesar por la pasión y se abren paso la entrega, la magia y la plenitud, la desmesura y la exaltación.
Nuestras almas – provocativas y arrebatadas - reconocen la oportunidad de manifestarse y su alboroto eleva la energía del lugar.
Nos nutrimos … Nos desbordamos…
El momento es delicadamente delicioso. Se desenvuelve, avanzando, y así se cumple nuevamente el destino.

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Todo está consumado: la quietud y el silencio lo indican. Acariciamos el anhelo de aferrar este momento y quedarnos saboreándolo.
El encuentro ha rozado la perfección de lo divino.
Nos miramos, advirtiendo que el miedo no ha sido un huésped fastidioso.
El deseo ha olvidado sus ardores y ahora es un compañero apacible y reposado. Habrá que atreverse a dejarlo partir, para que pueda recuperar intensidad.
Comenzamos a sentirnos deshabitados… La pasión agoniza y el vacío intenta profanar el alma.
Se cierra un ciclo.

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Imperceptiblemente, asoman la pena y la alegría al mismo tiempo. Enlutada una, luminosa la otra. Sublimes ambas.