El siguiente texto pertenece al libro “El Camino del Poder”, de Lena y José Stevens.
Las palabras y el lenguaje refinan el proceso de manifestación. Aunque las palabras no son imprescindibles para cambiar la realidad, nos ayudan mucho aclarando nuestro enfoque e intención. Las palabras tienen su propio poder, el poder de definir, clarificar y centrar el significado.
Según los chamanes, los seres humanos tienen este poder a su disposición diariamente, momento a momento, muchas veces sin llegar a darse cuenta. Cuando nos damos verdadera cuenta del poder de nuestras palabras para crear y precipitar los acontecimientos, no podemos volver a sentirnos víctimas de la vida ni usar los vocablos a la ligera.
Nuestra forma de usar las palabras y el lenguaje indica cuáles son nuestras creencias respecto al mundo, y nuestro sistema de creencias determina si somos cazadores o presas, creadores o víctimas, poderosos o débiles.
La comunicación es, en definitiva, luz impulsada por la intención que usa el vehículo del aliento y adquiere forma a través del sonido. Los chamanes dicen que la comunicación conlleva una gran responsabilidad porque, a través de ella, ejercemos un poderoso impacto en el mundo. A través del lenguaje determinas cómo será tu vida: satisfactoria o dolorosa, plena o decepcionante, llena de confianza o de suspicacia, inspirada por la integridad o impulsada por el miedo.
Como las palabras son tan poderosas – son, literalmente, herramientas de poder – la tradición chamánica sugiere ciertas directrices orientativas para usarlas adecuadamente:
• Limita lo que dices y no hables por hablar. La charla ociosa disipa tu poder y te debilita. Llenar de charla espacios incómodos porque te sientes nervioso o ansioso conduce a terrenos peligrosos en términos chamánicos, como despreciar a otras personas o levantar murmuraciones sobre ellas. Además de dañar a los demás, esto genera una reacción recíproca que hará que una fuente desconocida te provoque un daño similar.
• Di solamente lo que quieres decir. Es decir, cuando hables, sé conciente de lo que dices y asegúrate de que lo que dices coincide con lo que crees. El discurso impreciso tiende a producir resultados imprecisos. A la hora de decir algo de alguien, una buena norma de conducta es decir únicamente aquello que estás dispuesto a repetírselo a la persona a la cara.
• Presta atención a lo que dices habitualmente y observa si es eso lo que quieres que ocurra o si lo dices con un tono de autocompasión. Por ejemplo, si dices “No puedo hacerlo”, pronto serás incapaz de hacerlo. Si dices “Siempre fracaso”, entonces fracasarás siempre. Por otra parte, si dices “He tenido algunas dificultades pero ahora estoy preparado para triunfar”, entonces conseguirás triunfar. Lo recomendable es reconocer el antiguo estado de cosas y a continuación ir más allá, afirmando lo que quieres que ocurra.
• Presta atención a cómo hablas. El sonido y la intención son más importantes que las palabras y debes tomar conciencia de cómo hablas; negar el enfado o el desinterés cuando tu manera de hablar expresa otra cosa, limitará mucho el efecto de tus palabras.
El simple hecho de prestar atención al discurso, de usar términos precisos y de alinear las palabras con la intención resuelve la confusión, potencia la claridad y la eficiencia, y energetiza a todos los que participan en la comunicación.
Observar tu propia forma de comunicar y la de los demás puede revelar muchas intenciones ocultas. Comprobarás que muchas veces la gente utiliza las palabras deliberadamente para oscurecer, confundir y velar la verdad. Prestar atención al discurso y a los abusos que se hacen de él en el entorno es un ejercicio que vale su peso en oro.