Texto de Ana M. Fernández Vuono
Atravesaba una profunda crisis cuando leí esta frase: “La libertad consiste en desprenderte de todas tus anécdotas inconclusas”.
Mi historia estaba llena de esas anécdotas. En ellas me justificaba y sostenía, aferrando el pasado y alimentando argumentos en los que hacía identidad.
Encadenada a la repetición - espejismo del orden que impone renunciar a la libertad - supe que me hallaba frente a dos opciones: soltarme de la seguridad o convocar a un destino que me despojara de la misma.
Decidí tomar la iniciativa.
Provoqué un quiebre y la vida tuvo la gentileza de ocuparse del resto. Derribé algunas de las estructuras más livianas mientras resistía frente al derrumbe de las más antiguas y pesadas.
Fui expulsada de la cuna en la que me había refugiado durante años y obligada a enfrentar la pérdida de lo familiar.
- Nadar en aguas oscuras junto a tiburones hubiese sido menos aterrador -.
Frente al vacío, permanecí en silencio. Esperé, convertida en nada, hasta que renació la confianza.
Un día desperté con intención de celebrar.
Me puse de pie y dí el primer paso hacia la libertad.
Sólo el primero…