Poema de Ana M. Fernández Vuono
Un guerrero clava su espada en el mar.
No es un guerrero.
Es un cobarde que le teme a la sangre.
¿Luchar con el mar?
Lucha inútil contra fuerzas superiores.
¿Por qué no crear una fuerza
Que tenga su forma y su medida
Y entonces pelear?
Poca sabiduría.
Toma otra espada
Se atraviesa a sí mismo
Y da en el blanco.
¿Y ahora qué?
No comprende.
No hace falta la espada
Para ser un guerrero.
Ausencia de certezas.
Nunca las ha tenido.
Nada en lo cual creer.
Nada que dirigiera su mirada hacia lo alto,
O hacia lo lejos,
O a lo profundo,
- da igual -.
Todas las direcciones conducen a uno mismo.
Debe aprender a generar verdades
Y hacerlas propias.
Comprenderlas, creerlas,
Dejarse atravesar por ellas.
La lucidez de la conciencia
Concede más poder que mil espadas.